Ha habido momentos de nuestra historia en la que, para obedecer a la solidaridad y al sentido común, se ha desobedecido la ley. Estos actos rebeldes de amor por las personas que muchas veces han servido de acicate para la transformación profunda de injusticias flagrantes. Normalmente, el reconocimiento sólo llega a posteriori.
Dos ejemplos del pasado no tan lejano:
Irena Sendler: enfermera y trabajadora social polaca, que durante la Segunda Guerra Mundial ayudó y salvó a más de dos mil quinientos niños judíos prácticamente condenados a ser víctimas del Holocausto, arriesgando su propia vida.
Harriet Tubman, nacida como Araminta Ross: Tras escapar de la esclavitud, realizó trece misiones de rescate en las que liberó a cerca de setenta esclavos1 utilizando la red antiesclavista conocida como ferrocarril subterráneo.
Estas personas y sus redes, en su momento, eran criminales ante la ley.
Hoy, Mikel Zuloaga, Begoña Huarte se enfrentan a penas de cárcel por tratar de convertir Europa en un lugar de acogida, un lugar donde prime la solidaridad, donde se tienda la mano y se busquen soluciones en lugar de fortalecernos a base de violencia.
Quien lea estas líneas puede encontrar diferencias entre los actos y contextos de las personas arriba mencionadas frente al caso actual. Pero, muy importante, ¿qué es lo que tienen en común? Lean, piensen, reflexionen, y contesten. No sin antes recodar, que hoy Europa, es esto: